

Desde cosas tan elementales como compartir la cama, el baño, la cocina. No te confundas,no será igual que cuando dormían juntos dos o tres veces por semana. Ahora se trata de compartirlo todo. Es normal que en un principio te sientas sin un espacio propio al cual salir corriendo cuando quieras estar sola.
Empieza por no desesperarte y buscar alternativas, como por ejemplo, si es posible, arreglar una habitaicón de la casa como estudio, en el que puedas estudiar, ver televisión o leer sin ser molestada.
Como con cualquier convivencia lo más importante es hacer claridad desde un comienzo en las reglas de la casa. Desde cuestiones de limpieza y orden hasta detalles como avisar cuando se lleva gente al piso. De todas maneras se trata de acuerdos, no de imposiciones y mucho menos de reglas rigidas que jamás puedan variar.
Sin embargo, sin importar cuntas precauciones tomes los conflictos llegarán en algún momento. Así que lo mejor es estar preparada, no ver las peleas como algo negativo, sino como la oportunidad para saber qué es lo que incomoda a la otra persona y cómo mejorarlo.
También ten en cuenta las siguientes reglas:
Interésate por su vida. Eso sí, sin exagerar y viviendo la realidad cotidiana.
Consiéntelo cada vez que puedas: si alguna vez no ha estado de humor, no tomes esto como una ofensa ni te inhibas de demostrarle tu afecto con frecuencia.
Conócelo más: acompañálo a lugares y sitios importantes para él. Así lo entenderás mejor en el día a día.
Demuéstrale tu afecto de muchas maneras: con tu presencia, con palabras, mediante caricias o con atenciones. Hazle saber que sientes una verdadera admiración por él.
Exprésate con claridad: Hablemos con suavidad y ternura, pero sobre todo con claridad y mucha honestidad. Esto incluye decir lo que no nos gusta de nuestra relación o de la persona misma.
No amenaces con irte: a la tercela vez que lo hagas no te creerá y sólo contribuirás a dañar la relación.