

Pero lo cierto es que la sinceridad es uno de los puntos claves para que una relación funcione, pues es la base de la confianza, y sin ésta, no hay amor. Lo ideal sería, por tanto, poder comunicarnos abiertamente con el otro, sin miedo a expresar nuestros sentimientos y emociones más profundas. Hablar con sinceridad ayuda a sostener un diálogo permanente que reforzará sin duda la relación.
Sin embargo, hay que evitar llevar esta filosofía al extremo. Por ejemplo, es completamente lógico, e incluso conveniente, no abrir tu corazón a aquella persona que acabas de conocer. Hay temas complicados que es mejor dejar aparte al comienzo de un noviazgo, pues alcanzar ese grado de confianza necesario requiere cierto tiempo. De esta forma, si finalmente lo vuestro no sigue adelante, impides que una persona que se ha quedado fuera de tu vida conozca tus secretos más íntimos.
Aunque si esa persona resulta ser tu media naranja , será inevitable que tarde o temprano conozca tus circunstancias más personales. Sería un error tratar de ocultárselas, pues con el tiempo acabarían saliendo a relucir y el hecho de que hayamos mentido o escondido algo importante puede hacer que el otro pierda toda confianza en nosotros. Además, debes tener en cuenta que es imposible interpretar un papel toda la vida, por lo que es mejor que no esperes demasiado para contarle determinadas cosas. Si te quiere de verdad, no tienes por qué sentir miedo o vergüenza.
Aún así, no debemos olvidar que todos tenemos derecho a nuestra intimidad, y que hay aspectos de la misma que podemos o no compartir con alguien de nuestro círculo. No es sano obsesionarnos por dar a conocer o por saber todo lo que ocurre en nuestra vida o en la de nuestra pareja, sino que lo correcto es encontrar un equilibrio en el que seamos sinceros sin perder nuestro verdadero yo.