

Algunos estudios demuestran que la soledad demasiado prolongada en el tiempo puede provocarnos un malestar general, propiciando incluso la aparición de determinadas enfermedades tanto físicas como psicológicas. Esta tristeza influye en nuestros hábitos y en el funcionamiento del sistema nervioso y el metabolismo. Esto se debe en gran parte al alto nivel de estrés causado por esta sensación de desamparo, lo que debilitaría nuestras defensas, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares y cáncer.
Llevado al extremo, existen estudios (como el llevado a cabo por la Universidad de California en 2009) que confirman que las personas solitarias presentan una mayor tasa de mortalidad que aquellas que tienen relaciones sociales. Además, la sensación de tristeza de las primeras puede desembocar fácilmente en depresión, e incluso en el suicidio, pues la soledad fácilmente llega a favorecer la aparición de enfermedades mentales.
Todo esto unido a hábitos perjudiciales como el consumo de alcohol, de tabaco y la falta de ejercicio físico, más frecuente en aquéllos que se sienten solos. El insomnio es otro de los rasgos más característicos de estas personas, que suelen sufrir interrupciones durante el sueño nocturno.
Por el contrario, un estado de soledad no muy prolongado puede llegar a beneficiarnos de una forma inimaginable. En muchas ocasiones, el ser humano necesita sentirse solo para encontrarse a sí mismo, analizar su pasado, presente y futuro, y decidir cuáles son sus metas en la vida sin la presión de los que se encuentran a su alrededor. Además, podrá aprovechar para dedicarse tiempo a sí mismo y pensar en su propio bienestar.
Fuente Imagen por rosiner