

Aunque hay algo que debemos tener claro por encima de todo, y es que el pasado no se puede olvidar, especialmente si hemos sufrido acontecimientos algo traumáticos (ruina económica, traición amorosa, etc.). Pero sí podemos aprender a convivir con ello, a dejar de lado nuestras frustraciones y a mirar por nuestro presente y futuro.
Y es que en realidad es eso lo que realmente debe contar para nosotros. Como suele decirse, lo pasado, pasado está, y no podemos cambiarlo. Ya no nos aporta nada castigarnos pensando en lo que podría haber sido, sino que debemos aprender de los errores cometidos y esforzarnos para no volver a caer en ellos.


No podemos evitar que determinadas experiencias pasadas golpeen nuestra mente de vez en cuando. Lo que debemos hacer es cambiar nuestra perspectiva sobre ellas; es decir, si hasta ahora nos han hecho sentir mal, tenemos que trabajar para que estos recuerdos ganen algo de positividad.
¿Qué hacer para olvidar el pasado?
Una forma de hacerlo es considerar estas vivencias como enseñanzas necesarias, que nos harán la vida más sencilla de ahora en adelante. Gracias a que caemos, aprendemos a levantarnos; debemos tener esta lección siempre presente, para no olvidar que las malas experiencias tienen su lado amable.
Uno de los sentimientos que nos atan más fuertemente al pasado es la culpabilidad y el rencor. Por ello es imprescindible aprender a perdonar, tanto a los demás, como a nosotros mismos.
Tampoco hay que llevar esta teoría al extremo. Es decir, cuando hablamos de perdonar, no hablamos de recuperar relaciones imposibles ni de perdonar grandes ofensas. Más bien se trata de dejar de vivir inmersos en ese rencor para poder centrarnos en cosas más beneficiosas.


Lo mismo ocurre cuando sentimos ese rencor hacia nosotros mismos. El no poder superarlos demuestra una inseguridad preocupante en nuestra personalidad, problema que debemos atacar partiendo de la siguiente premisa: todo el mundo comete errores. No podemos permanecer enfadados con nosotros mismos toda la vida, pues si nosotros no nos perdonamos, ¿quién lo hará?
Muchas veces los traumas pasados se deben a humillaciones y maltratos por parte de los demás. En casos extremos, lo más recomendable es acudir a un profesional, para que éste pueda librarnos de esta pesada carga. Pero lo que realmente nos ayudará en este aspecto es nuestra voluntad.
Ten en cuenta que desde que viviste todas esas humillaciones ha pasado mucho tiempo, que ni tú eres el mismo ni tampoco lo son aquellos que te insultaron. Seguramente ellos ni siquiera recuerden los agravios, mientras que tú continúas martirizándote por sus actos.
Otro punto fundamental es la actitud de la gente que nos rodea. Puede que algunas de estas personas sean dañinas, criticonas, y nos recuerden continuamente nuestras meteduras de pata. Lo mejor en este caso es alejarnos de ellas lo más posible. Si esto nos resulta imposible, por compartir lugar de trabajo o domicilio con ellas, debemos aprender a hacer caso omiso a sus comentarios.


Fracasos amorosos, amistades rotas, conflictos familiares, negocios frustrados… son muchos los motivos que pueden haber hecho mella en nuestras vidas. Pero ahora ha llegado el momento de mirar con optimismo hacia el presente y el futuro. Es la única forma de avanzar en nuestro desarrollo personal.
Ya no importa el camino recorrido, sino lo que queda por recorrer. Es hora de concentrarnos en empezar una nueva vida, centrándonos en trabajar por mejorar nuestro día a día. No debemos desaprovechar las oportunidades que nos ofrece la vida, sino decidirnos a vivir el momento lo más intensamente posible y abrirnos a nuevas experiencias.