Nunca se puede saber eso a ciencia cierta, ya que cada uno tenemos nuestra manera de entender una relación y que cada uno somos un mundo, pero siempre viene bien tener en cuenta una serie de factores que nos den pistas.
Normalmente, las crisis que terminan en ruptura son aquellas en las que se está completamente en desacuerdo en temas vitales para una u otra persona.Por ejemplo, el hecho de tener descendencia.
Hay muchas parejas que se rompen por este hecho, ya que uno de los dos no tiene en sus planes presentes o futuros tener hijos. Normalmente suele ser la mujer, que se le despierta el instinto maternal y siente la necesidad de formar una familia. Si tu pareja no comparte ese sentimiento ni lo va a mostrar en el futuro, lo mejor es dejarlo.
Otro tema determinante para la ruptura es la infidelidad. Aunque parezca obvio para algunas, es un tema que mucha gente supera, pero generalmente las relaciones acaban rompiéndose. Las razones son la pérdida de confianza en nuestra pareja y un deterioro claro en la relación con las consecuencias que ello conlleva.
Por otro lado, las crisis que son superables nunca van a ser por temas que sean de vital importancia para uno de los dos, a no ser que una de las personas recapacite sobre el tema y cambie de actitud.
Estas crisis suelen darse más por falta de comunicación o por distancia que hace que la propia relación se enfríe. Esto se supera poniendo cada uno de su parte para que vuelva a funcionar como antes.
En definitiva, cuando la crisis venga por desacuerdos en proyectos de futuro y ninguno está dispuesto a ceder, lo más seguro es que acabe en ruptura. Sin embargo, temas menos importantes, aunque igualmente afecten a la pareja suelen ser crisis superables.