
Estas sustancias contienen una especie de “aroma” y están presentes en plantas y animales, incluyendo a los seres humanos. Los animales las utilizan principalmente para conquistar al sexo opuesto o para intimidar a otros de su mismo género, pudiendo ser percibidas incluso a distancia.
En los humanos, las feromonas regulan diversos aspectos del comportamiento sexual de hombres y mujeres. Ya sea para atraer a individuos del miso sexo o de sexo contrario, son producidas en mayor o menor medida y de forma inconsciente desde la pubertad, edad en la que alcanzamos la madurez reproductiva.
Tanto hombres como mujeres segregamos feromonas masculinas, pero únicamente las féminas producen las consideradas feromonas femeninas. Actúan aumentando el deseo y regulan los ciclos hormonales relacionados con la fertilidad.
Aunque son percibidas por el olfato, realmente estas sustancias son inodoras. Es el órgano vomeronasal (OVN), un pequeño órgano situado en la nariz, también llamado “el sexto sentido”, el encargado de captarlas. Las terminaciones nerviosas del OVN están conectadas con el hipotálamo, la parte del cerebro que controla las emociones, entre ellas la excitación.
El olfato en los seres humanos cumple un papel vital en la seducción, ya que está científicamente demostrado que hay olores que nos hacen sentir curiosidad y atracción hacia otras personas, funcionando como verdaderos estímulos sexuales.
Puede llegar a sorprendernos el poder seductor de unos aromas determinados, sin embargo, los humanos no respondemos de la misma forma que los animales a la segregación de feromonas, ya que éstas producen atracciones irresistibles e inconscientes en estos últimos.
Las personas, al actuar más por raciocinio que por instinto, no reaccionamos tan impulsivamente a la acción de estas sustancias. Esta razón desmontaría la teoría de que perfumes y otros productos elaborados a partir de feromonas humanas atraigan fuertemente al sexo opuesto.
Fuente Imagen por Shaojin+AT
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