
Existe una gran diferencia entre lo que es la simple competitividad y la competitividad sana; esta última es la que no daña a los demás, la que se basa en un trabajo realizado teniendo siempre en cuenta la labor de los compañeros y el respeto hacia los mismos. Al fin y al cabo, y a pesar de ser el espíritu de competitividad algo esencial para triunfar en nuestros propósitos profesionales, la humildad es la virtud que debe reinar por encima de todo esto.
Lo ideal es encontrar un equilibrio entre nuestro esfuerzo en la empresa y el respeto hacia el que realizan los demás. El propósito es superarte a ti mismo, no quedarse por encima de los demás ni demostrar tu superioridad respecto a ellos. Cualquiera que sea el campo al que te dediques, lo cierto es que siempre se trabaja en comunidad, y debes tener en cuenta que tu trabajo no es el más importante en este entorno, sino complementario al de tus compañeros.
Y para encontrar este punto de compañerismo es fundamental conocer tus propios puntos fuertes, así como tus limitaciones; es la única forma correcta de potenciar tus virtudes. Esto nos ayuda a destacar nuestras habilidades sin necesidad de humillar a los otros ni aislarte de ellos.
Mantener un ambiente de solidaridad y ayuda hacia los demás también es fundamental para poder llevar a cabo una competencia justa. No debemos ver a los compañeros como simples competidores, sino como colegas con los que debemos colaborar para sacar el proyecto común adelante. Por eso es imprescindible mantener una actitud cordial y amistosa con ellos, lo que nos aportará sin duda innumerables recompensas.
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