En ocasiones, decidimos botar la parte contaminada para consumir el resto. Pero ¿es seguro hacer esto? Depende, ya que algunos tipos de moho son más peligrosos que otros.


Primero debemos tener en claro a qué nos referimos cuando hablamos del moho:
El moho es un hongo que se encuentra en el aire y en interiores. Éstos crecen en condiciones cálidas y húmedas. Asimismo, se propagan y reproducen mediante esporas y se alimentan de materia animal o vegetal. Esa capa de pelusilla de color verde, azul, blanco, gris o marrón que encontramos sobre la superficie de alimentos son las esporas de decenas de miles de hongos diferentes. Por debajo de éstas hay tallos y raíces que crecen en el alimento.
Según la Servicio de Seguridad Alimentaria e Inspecciones (FSIS), algunos mohos pueden causar reacciones alérgicas y problemas respiratorios. Mientras que otros pueden generar micotoxinas, que son sustancias venenosas para la salud. Éstas se encuentran en tipos de hongos que crecen en granos, apio, jugo de uva y manzanas. También se pueden encontrar en nueces de Brasil y almendras.
En términos generales, se podría decir que los mohos verdes y blancos tienden a ser inofensivos, pero no hay que confiarse, mientras que los marrones deberían ser evitados. No obstante, El FSIS del departamento de Agricultura de Estados Unidos recomienda que, si encontramos mucho moho sobre la superficie de un alimento, es probable que las raíces lo hayan penetrado profundamente.


¿Es posible evitar la aparición de estos recubrimientos vellosos en nuestros alimentos?
La gran mayoría de hongos necesitan una cantidad mínima de agua para habitar en los alimentos, por lo que podemos recurrir a soluciones para evitar su presencia desagradable. Así que solo necesitaremos seguir unos sencillos consejos:
1. Deshidratar algunos alimentos: La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) menciona que un tercio de todos los alimentos se estropean antes de su consumo. Parte de esta realidad se debe a la presencia de hongos en las comidas.
La deshidratación es el mejor sistema para conservar alimentos. Este proceso consiste en extraer el agua del insumo por medio de un calor suave. El objetivo se trata de alargar la vida de frutas, verduras, carnes, setas, hierbas o especias; por meses o inclusive, años. Cabe recalcar que no es recomendable secar los alimentos al sol.
Quizá hace unos años ésta ecológica técnica hubiese funcionado a la perfección, sin embargo, actualmente el ambiente que respiramos está plagado de sustancias tóxicas que podrían perjudicar el valor nutricional del alimento. Por ello, es imprescindible realizar este proceso con un producto especializado. Debido que, a diferencia del secado solar el deshidratador de alimentos conserva los nutrientes y vitaminas del comestible, controla el proceso de deshidratación y mantiene el alimento limpio.
2. Ubicación apropiada: Evita a toda costa que aquellos alimentos con muy bajo contenido de agua cambien sus condiciones por el medio ambiente. Para ello no se debe almacenar los productos en lugares cercanos al suelo, al techo o directamente en contacto con las paredes. También se debe evitar ubicar las despensas en estancias colindantes con aseos y baños. Asimismo, es importante reemplazar los envases originales por otro más herméticos una vez que se han abierto y no se ha consumido la totalidad del producto.
Si desea guardar los alimentos en bolsas, es mejor utilizar con cierres porque disminuyen en gran medida la posible aparición de hongos.
3. Desinfectar: Los hongos se propagan rápidamente por esporas que pueden permanecer en el medio ambiente esperando caer sobre algún producto para desarrollarse. Por lo que se recomienda la desinfección concienzuda de las superficies de manipulación de los alimentos, de suelos, paredes y mobiliario. Permitir que la limpieza con desinfectantes hagan efecto en el ambiente sin ventilar la estancia durante algunas horas favorece considerablemente.